Decía santa Teresa de Jesús que una gracia era tenerla, otra saber que se tiene y otra más saberla comunicar. Amira lo logra con este bello cuento que introduce a quien lo lee –niño o adulto– a la comprensión de la empatía y a una auténtica vida contemplativa, no exenta de una respuesta compasiva y servicial hacia todo ser. El agradecimiento es también una de las enseñanzas que transmite. Y ya sabemos que quien siembra gratitud, recoge gratitud. ¡Gracias!